viernes, 22 de octubre de 2010

UN HOMBRE LLAMADO ZIEGLER [Susana]

Vivía una vez en la Brauergasse un joven señor llamado Ziegler. Era uno de esos tipos que diariamente y a todas  horas encontramos en la calle, y cuyo rostro nunca podemos definir bien, porque todos ellos tienen el mismo rostro: un rostro colectivo.  
Ziegler era todo y hacia todo lo que tales personas son y hacen. No era un inepto pero tampoco un dotado; le gustaba el dinero y el placer, le encantaba vestir bien y era tan cobarde como la mayoría de los hombres: su vivir y su hacer se regían menos por impulsos y aspiraciones que por prohibiciones, por temor al castigo. Tenía unas cuantas cualidades positivas y era, en fin de cuentas, un hombre sencillamente normal, para quien la propia persona era algo precioso e importante.
Se tenía, como cada quisque por una personalidad cuando en realidad era solo un ejemplar, y veía en sí, en su propio destino, el ombligo del mundo, al igual que los demás. Exorcizaba toda la duda, y si los hechos contradecían su ideario, cerraba los ojos como signo condenatorio.
Como hombre moderno, apreciaba y ilimitadamente además del dinero, una segunda potencia: la ciencia. Jamás sabría decir que es ciencia; el nombre le evocaba algo así como la estadística y también un poco la bacteriología, y sabía bien cuánto dinero y honor dedicaba el estado a la ciencia. Respetaba particularmente la investigación del cáncer, pues su padre había muerto de esta enfermedad y Ziegler tenía la esperanza de que la ciencia, tan altamente desarrollada en los últimos años, no permitiría que el corriese la misma suerte.
Externamente se caracterizaba Ziegler por su aspiración a vestir por encima de sus posibilidades, siempre a tono con la moda del año. Pues las modas de las estaciones y del mes, que sobrepasaban considerablemente sus medios, las despreciaba lógicamente como ridiculeces. Daba mucha importancia al carácter, y no tenia empacho, ante sus semejantes y en lugares seguros, en despotricar contra las leyes y los gobiernos. Me estoy demorando demasiado en esta descripción. Pero Ziegler era realmente un joven encantador, y su pérdida fue muy sensible. Pues tuvo un fin prematuro y extraño, que dio al traste con todos sus planes y sus justificadas esperanzas.
Apoco de llegar a nuestra ciudad, se propuso pasar un domingo placentero. A un no tenía relaciones y por indecisión aun no había ingresado a ningún club. Tal vez estuviera hay su desgracia. No es bueno que el hombre este solo.
No podía menos de interesarse por las cosas más nobles de la ciudad, de las que se informo concienzudamente. Después de mucho pensarlo, se decidió por el museo histórico y el parque Zoológico. En el museo de la entrada era gratis los domingos por la mañana; el Zoo se podía visitar por la tarde por un precio módico.
Con su nuevo traje de calle con botones de paño, que le gustaba mucho entro Ziegler un domingo en el museo histórico. Llevaba su fino y elegante bastón de paseo, un bastón rectangular esmaltado en rojo, que le daba aire y presencia, pero con profundo disgusto por su parte le retiro el conserje de la entrada de las salas.
En las plantas altas había mucho que ver y el fervoroso visitante enzalso para sus adentros la ciencia toda poderosa, que también hay demostraban su meritoria objetividad, como dedujo Ziegler por las esmeradas inscripciones de las vitrinas. Viejos chismes, como llaves herrumbrosas, trozos de collares tomados de cardenillos y cosas semejantes, adquirían con estas inscripciones un interés sorprendente. Era maravilloso ver a la ciencia preocuparse de todo aquello, dominarlo todo, describirlo todo… Oh, sí, pronto la ciencia llegaría a superar el cáncer, y tal vez la misma muerte.
En la segunda sala topo con un armario de luna de tan excelente factura, que en un minuto escaso pudo controlar su vestido, peinado y cuello, la raya del pantalón y la posición de la corbata meticulosamente y a plena satisfacción. Respirando euforia siguió adelante y fijo su atención en algunos productos de antigua xilografía. Gente habilidosa aunque en extremo ingenua, pensó indulgente. Y también contemplo y aprecio generosamente un viejo reloj de pared con figurillas de marfil que, al dar las horas, bailaban un minue. Luego la cosa empezó a aburrirle un poco, bostezaba y sacaba frecuentemente el reloj de su bolsillo, que bien podía exhibir, pues era de oro macizo y herencia de su padre.
Comprobó, contrariado, que aún le quedaba mucho tiempo hasta el mediodía y entro en otra sala que podía suscitar de nuevo su curiosidad. Contenía objetos de la superstición medieval, libros de magia, amuletos, galas de bruja y en un rincón todo un taller de alquimia con fragua, morteros, vasos panzudos, vejigas secas de cerdo, fuelles, etc. Este rincón estaba acordonado con cordel de lana; un letrero prohibía tocar los objetos. Pero no se suelen leer tales letreros con mucha atención, y Ziegler se hallaba completamente solo.
Así tendió indeliberadamente la mano por encima del cordón y tocos algunos de aquellos extravagantes objetos. De ese Medievo y de sus grotescas supersticiones ya había oído y leído algo; no podía coincidir como la gente podía ocuparse de cosas tan pueriles y que no se prohibiera todo ese cuento de las brujas y demás zarandajas. A la alquimia, en cambio, podía disculpársela, pues de ella ha salido algo tan útil como es la química. ¡Dios mío, pensar que todos estos crisoles y demás cachivaches mágicos acaso fueron necesarios para que hoy tengamos aspirinas o resientes de gas comprimido!
Sin darse cuenta tomo en la mano una esferita de color  oscuro algo así como una píldora, una cosa desecada, sin peso; la hizo girar entre los dedos e iba a colocarla en su sitio, cuando oyó pasos pasos en su espalda. Ziegler se vio en un aprieto al tener en la mano la esferita, pues naturalmente había leído el letrero. Por eso cerro la mano, la, metió en el bolsillo y salió.
Solo cuando ya caminaba por la calle volvió a acordarse de la píldora. La saco y pensó tirarla, pero antes se la acerco a la nariz y la olio. Tenía un suave aroma a resina que le hizo gracia, así que volvió a meterse la esferita en el bolsillo.
Entro en un restaurante, pidió de comer, hecho un vistazo a algunos periódicos, se arreglo la corbata y lanzo a los huéspedes miradas ora respetuosas, ora presuntuosas, según vistieran. Pero como la comida se hiciera esperar un rato, el señor Ziegler saco su píldora alquímica y la olisqueo. La araño con la uña del dedo índice y, al fin, se dio a un antojo pueril y se la llevo a la boca; se le disolvió rápidamente en ella y no le supo mal, así que con un sorbo de cerveza  se la trago. Inmediatamente llego su comida.
Hacia las 2 el joven señor se apeo del tranvía, entro en el vestíbulo del parque Zoológico y saco un billete dominical.
Sonriendo amablemente se fue al pabellón de los monos y se detuvo enfrente a la jaula de los chimpancés. El mono mayor le miro parpadeando, le saludo afable  y con voz profunda pronuncio la frase:
- ¿Qué tal, querido amigo?
Tremendamente asustado y con un sentimiento de repugnancia, el visitante se alejo rápidamente, y al caminar oía a sus espaldas al mono que le insultaba:
-Pues sí que es orgulloso el tío. ¡Pies planos, idiota!
Ziegler se fue enseguida donde los macacos. Estos danzaron desenfrenadamente y gritaron: « Danos azúcar, compañero»; pero como no tenia azúcar se enfadaron, le imitaron, le llamaron pobre diablo y le enseñaron los dientes. Esto no lo tolero; desconcertado y confuso huyo de allí y encamino sus pasos hacia los siervos y corzos de los que esperaba modales finos.
Una esplendida anta estaba junto a las rejas y miro al visitante. Ziegler quedo consternado. Pues desde que deglutiera la antigua píldora mágica, entendía el lenguaje de los animales. Y el anta hablaba con los ojos, dos grandes ojos castaños.
Su dulce mirada hablaba de nobleza, resignación y tristeza y frente al visitante expreso un autentico y soberano desprecio.
Para esa mirada dulce, mayestática, según interpreto Ziegler, este no era otra cosa, con su sombrero y su bastón su reloj y su traje de domingo, que un canalla, un ridículo y asqueroso bicho.
Del anta escapo Ziegler a la cabra montés, de esta a la gamuza, a la llama, al ñu, a los jabalíes y los osos. No fue insultado por todos ellos, pero si despreciado. Puso el oído atento y se entero por sus conversaciones de lo que pensaban sobre los hombres. Era horrible lo que pensaban. Particularmente les sorprendía que estos feos, hediondos, indignos, bípedos pudiesen andar libremente con su fachendosa vestimenta.
Oyó a una puma hablar con su cría en un lenguaje lleno de dignidad y sabiduría, como rara vez se escucha entre hombres. Oyó a una hermosa pantera expresarse en términos breves, comedidos y aristocráticos sobre el indeseable visitante dominical. Miro a los ojos del rubio león y supo de la vastedad y maravilla de la selva, donde no hay jaulas ni hombres. Vio a un cernícalo posado en la rama seca, triste y orgulloso en su perpetua melancolía, y vio a los grajos sobrellevar su cautividad con descendencia resignación y humor.
Desconcertado y enajenado de todos sus hábitos mentales, Ziegler se dirigió, en su desesperación a los hombres. Busco una mirada que entendiera se desolación y angustia, puso oído atento a las conversaciones, para escuchar algo consolador, comprensible, reconfortante, observo los gestos de los numerosos visitantes, para encontrar en ellos algo de dignidad, naturalidad, nobleza, discreta superioridad.
Pero quedo defraudado. Escucho las voces y las palabras, observo los movimientos, gestos y miradas y como ahora lo veía todo como a través de unos ojos animales no encontró otra cosa que una sociedad degenerada, hipócrita, engañosa, deforme, de tipo animaloide, que parecía ser una mezcolanza esnobista de todas las especies animales.
Desesperado, Ziegler camino errabundo de acá para allá, profundamente avergonzado de sí mismo. Ya había arrojado entre los arbustos el bastoncito cuadrangular y los guantes. Pero cuando más tarde lanzo lejos de si el sombrero, se quito las botas, se arranco la corbata y se apretó sollozando contra las rejas de la jaula del anta, fue detenido en medio de un gran escándalo y llevado a un manicomio.

22 comentarios:

  1. ¿Que apreciaba zigler aparte del dinero?

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  2. PORQUE ZINGLER A TODOS VIO COMO UN ANIMAL?

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    1. Por como se comportaban , la sociedad era degenerada , hipócrita y engañosa.

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  3. 1. ¿Qué apreciaba Ziegler aparte del dinero? Extrae del relato tres ejemplos que muestren que Ziegler era ostentoso.
    2. ¿Qué sala del museo histórico despertó el desprecio de Ziegler?
    3. ¿Qué efecto tuvo en él la píldora «mágica» que se tragó?
    4. ¿Cómo percibe el anta a Ziegler?
    5. Al final del cuento, Ziegler ve a los hombres como si fuera él un animal y los desprecia. ¿Qué cualidades de los seres humanos desprecia Ziegler?
    6. El destino final de Ziegler no es muy diferente del de los animales: será encerrado. Explica si crees que Ziegler se ha vuelto realmente loco.

    QUE ME AYUDE CON ESTAS RESPUESTAS QUIERO ASTA EL SABADO TODO RESUELTO XFA

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    1. ¿Que apreciaba siegler aparte del dinero? extra en el relato tres ejemplos que muestran que Ziegler era ostentoso.

      Ziegler apreciaba la ciencia especialmente los estudios sobre el cáncer.

      Ziegle era ostentoso por:

      Vestir por encima de sus posibilidades
      A tono con la moda del año
      Vestía un nuevo traje con botones de paño.
      ¿Qué sala del museo histórico despertó el desprecio de Ziegler?

      La sala con objetos de superstición medieval

      ¿qué efecto tuvo en la píldora mágica que se tragó?

      Su efecto es que podía entender el lenguaje de los animales en el zoológico.

      ¿cómo percibe el anta a Ziegler?

      Lo percibe como un ser canalla, ridículo y despreciable bicho.

      Al final del cuento, Ziegler ve a los hombres como si fuera el un animal y los desprecia. ¿Qué cualidades de los 3 humanos desprecia Ziegler?

      Encontró una sociedad degenerada, hipócrita, engañosa y deforme.

      El destino final de Ziegler no es muy diferente del de los animales: será encerrado .explica si crees que Ziegler se ha vuelto realmente loco.

      Creo que no se volvió realmente loco, solo que ahora ve la especie humana tal como es, a través de los ojos de un animal

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  4. Qe sala del museo historico desperto el desprecio de ziegler?

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  5. Una pregunta ¿como percibe el anta a ziegler? Ayuden porfas

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  6. Ayudeme plis ¿ que efecto tuvo em el pildora magica que de trago ? ¿ como percibe el anta a ziegler ?

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  7. alquien me dice un comentario resumen de la obra??

    PLEASE :(

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