viernes, 19 de noviembre de 2010

LA TARDE PERFECTA. (Rima)

Una tarde como todas, las chicas decidieron  irse de paseo.  3 chicas en un coche  con el deseo y las ansias de simplemente divertirse, sin esperarse  nada extraño solo pasar el rato.
La tarde era perfecta  apenas comenzaba y decidieron no entrar a la última clase e irse, así que se subieron en el coche de Alejandra; Alejandra es una chica con problema en casa, falta de atención y cariño, pero la amiga mas fiel que te pueden encontrar y entrega su corazón al cien, lo que ella no encuentra en casa lo frece a sus amigas. Con ella iban Alicia y María 
Alicia es una persona muy graciosa siempre haciendo reír a sus amigas, era el alma de la fiesta y una buena persona per una chica muy orgullosa que no le gustaban las traiciones y era difícil de perdonar a las personas; la vida la hizo así, las experiencias, traiciones y el estilo de vida que llevaba; en pocas palabras era una persona de buen corazón, alegre y simpática pero a la vez dura y difícil de ganar su confianza una vez perdida.
María  una chica muy sociable siempre alegre y muy cariñosa, amaba a toda la gente que estaba a su alrededor, procuraba el bienestar de ellos y siempre estar en paz con los demás; es dedicada en todo lo que hace, pero cuando era la hora del relajo era una de las primeras en apuntarse.
Estas tres chavas inseparables pero cada una tan diferente a la otra eso era lo que hacia única esa amistad, por que entre ellas encontraban la parte que les hacia falta en su vida.
Esa tarde convencidas de que seria otra más en la que se divertirían salieron de la escuela y fueron a un bar comenzaron a tomar y a tomar, casi no pararon en toda la tarde.
Las tres tomaban demasiado, pero Alejandra tenia un problema mayor, ella era la que mas tomaba y no controlaba lo que tomaba.
Pasaron las horas y ellas felices platicando de todo, pues claro como el momento era de lo mejor pues no importaba el tema del que hablaban si la estaban pasando tan bien.
La tarde terminaba, cada  quien tenia que volver a casa pero ya estaban pasadas de copas. Alejandra llevaría a cada una de ellas a su casa. En el camino Alicia se quedo dormida pero María comenzó a sentirse muy mal y vomito  en la calle Alejandra era la que peor estaba  iba manejando y aun la cerveza estaba en su mano, no paraba de tomar  si no era cerveza era alguna otra cosa.
Primero dejo a María, al llegar a su casa por su puesto que sus padres la regañaron por haber llegado en ese estado; era inaceptable para los padres de María eso.
Después en el camino  a casa de Alicia  Alejandra comenzó a sentirse un poco mal, era de esperárselo después de todo lo que había consumido. Era  tanta la inconsciencia de las dos que un camión urbano  estuvo apunto de golpear el coche y del susto Alicia hasta despertó.
Alejandra dejo a Alicia en su casa, Alicia en el estado en el que se encontraba apenas y podía hablar y le dijo que se quedara a dormir en su casa por que no era bueno que se fuera sola a esas horas y en ese estado, Alejandra se negó  dijo que prefería llegar a su casa. Alicia le insistió pero Alejandra no le hizo caso, así que subió  a su coche y se fue.
A la mañana siguiente despierta María aun con ese dolor de cabeza que tenia  se prepara para ir a la escuela, ya en el desayuno recibe una llamada en su celular de un número desconocido pero no alcanza a contestar.
Al llegar a la escuela se da cuenta que Alicia aun no llegaba perdió la primera clase pero no solo ella, sino que Alejandra también. Les marco a su celular pero no contestaron.
A la segunda hora va llegando Alicia al salón desesperada buscando a María, le preguntó que si no sabia nada de Alejandra,  María le dijo que no que  desde ayer que la dejó en su casa no supo nada, María pregunto que  qué era lo que pasaba y Alicia le contestó que no sabia que en la mañana hablo la madre de Alejandra al celular de Alicia preguntando pro su hija muy alterada por que no había llegado a dormir a la casa.
Mas tarde después de la escuela Alicia y María fueron a casa de Alejandra para ver que era lo que pasaba. Al llegar no encontraron a nadie. Se quedaron ahí esperando a que alguien llegara para ver que sucedía. Dieron las 5 de la tarde y aun nadie aparecía y decidieron irse cuando iban caminando vieron que la camioneta de la hermana de Alejandra se estacionaba frente a su casa, corrieron de regreso para preguntar que era lo que pasaba. Vieron bajar a la madre de Alejandra llorando y a la hermana muy triste.
Alejandra había tenido un accidente de regreso a su casa por una congestión alcohólica, su coche se volteo  en un puente quedó simplemente inservible y Alejandra se encontraba en el hospital en estado de coma.
No esperaron un minuto más y fueron al hospital. Al llegar no las dejaron pasar por que estaba en terapia intensiva.
Alejandra tenia problemas de alcoholismo no media lo que hacia, se desahogaba en eso y sus amigas y estas fueron las consecuencias de sus inmaduros actos.
Alejandra quedó postrada en esa cama 5 meses; un día simplemente decidió no luchar mas por salir adelante y las ganas de morir fueron mas que las ganas de romper los obstáculos que la vida le ponía y en esa cama decidió no quedó mas que el recuerdo de gratas e ingratas experiencias.

LA ABEJA HARAGANA (Blanca)

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los arboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía  que hacia buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a  salir, y así se la pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos del rozar contra la puerta de la colmena.
Un dia, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
-          Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contesto:
-          Yo ando todo el día volando, y me canso mucho – respondieron -, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:
-          Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió en seguida:
-          ¡Uno de estos días lo voy a hacer!
-          No es cuestión de que lo hagas uno de estos días – le respondieron – sino mañana mismo. Acuérdate de esto.
Y la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamo:
-          ¡Si, si, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
-          No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido – le respondieron -, sino que trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20 hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora pasa.
Y diciendo eso, se apartaron para dejarla entrar.
Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol, el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frio.
La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calientito que estaría alla adentro. Pero cuando quiso entrar , las abejas que estaba de guardia lo impidieron.
-          ¡No se entra!- Le dijeron fríamente.
-          ¡Yo quiero entrar! – clamo la abeja – Esta es mi colmena
-          Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras- Le contestaron las otras – No hay entrada para las haraganas.
-          ¡Mañana sin falta voy a trabajar! – insistió la abejita.
-          No hay mañana para las que no trabajan – Respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
Y esto diciendo la empujaron afuera.
La abejita, sin saber que hacer, voló un rato aun; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja y cayo al suelo. Tenia el cuerpo entumecido por el aire frio, y o podía volar mas.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepado y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llego a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
-          ¡Ay mi Dios! – clamo a desamparada - . Va a llover, y me voy a morir de frio
Y  tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso.
-          ¡Perdón! – gimió la abeja- ¡Déjenme entrar!
-          Ya es tarde- le respondieron
-          ¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
-          Es mas tarde aun.
-          ¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frio!
-          Imposible
-          ¡Por ultima vez! ¡Me voy a morir!
Entonces le dijeron:
-          No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo.  Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frio, con las alas mojadas y tropezando , la abeja se arrastro, se arrastro hasta que de pronto rodo por un agujero; cayo rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llego al fondo, y se hallo bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, ue la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacia tiemo, y que la celebra había elegido de guardia.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuro cerrando los ojos:
-          ¡Adiós mi vida! Esta es la ultima hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoro sino que le dijo:
-          ¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
-          Es cierto – murmuro la abeja - . no trabajo, yo tengo la culpa.
-          Siendo así – agrego la culebra, burlona – voy a quitar del mundo a un mal bicho como tu. Te voy a comer, abeja
La abeja temblando, exclamo entonces:
-          ¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es mas fuerte qe yo. Los hombres saben lo que es justicia.
-          ¿Ah, ah! -  exclamo la culebra, enroscándose ligero- ¿Tu conoces bien a los hombres? ¿Tu cres que los hombres que les quitan la miel a ustedes, son mas justos, grandísima tonta?
-          No, no es por eso que nos quitan la miel- respondió la abeja
-          ¿Y porque, entonces?
-          Porque son mas inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echo a reír, exclamado:
-          ¡Bueno ¡ con justicia o sin ella te voy a comer apróntate.
Y se echo atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero esta exclamo:
-          Usted hace esto porque es menos inteligente que yo.
-          ¿Yo menos inteligente que tu, mocosa? – se rio la culebra
-          Así es – afirmo la abeja.
-          Pues bien – dijo la culebra - , vamos a verlo . vamos a hacer 2 pruebas. La que haga la prueba mas rara, esa gana. Si gano yo, te como.
-          ¿y si gano yo? – contesto la abejita.
-          Si ganas tu – repuso su enemiga, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿te conviene?
-          Aceptado – contesto la abeja.
La culebra se echo a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una capsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que e daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompos esas capsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
-          Esto es lo que voy a hacer – dijo la culebra - ¡Fíjate buen, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedo bailando y zumbando como un loco.
La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les asa a los trompos de naranjo, cavo por fin al suelo, la abeja dijo:
-          Esa prueba es muy linda, y yo nunca pobre hacer eso.
-          Entonces, te como – exclamo la culebra.
-          ¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace.
-          ¿Qué es eso?
-          Desaparecer.
-          ¿Cómo? – exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa - ¿desaparecer sin salir de aquí?
-          Sin salir de aquí
-          ¿y sin esconderte en la tierra?
-          Sin esconderme en la tierra
-          Pues bien, ¡hazlo! Y s no lo hacer, te como enseguida – dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos.
La abeja se arrimo a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:
-          Ahora me toca a mi, señora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga “tres” búsqueme por todas partes. ¡ya no estaré mas!
Y así paso, en efecto. La culebra dijo rápidamente “uno…, dos…, tres”, y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miro arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteo todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
La culebra comprendió entonces que s su prueba del tompito era muy buena, la prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente  extraordinaria. ¿Qué había hecho? ¿Dónde estaba?
No había modo de hallarla.
-          ¡Bueno! – exclamo por fin – Me doy por vida. ¿Dónde estas?
Una voz que apenas se oía – La voz de la abejita – salió del medio de la cueva.
-          ¿No me vas a hacer nada? – dijo la voz - ¿Puedo contar con tu juramento?
-          Si – respondió la culebra – Te lo juro. ¿Dónde estas?
-          Aquí – respondió la abejita, apareció súbitamente de entre una hoja cerrada de plantita.
    ¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires , y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetaciones muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran , ocultando completamente al insecto.
La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de el para salvar su vida.
La culebra no dijo nada, pero quedo muy irritada con su derrota, teto que la abeja  paso toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.
Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared mas alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un rio adentro.
Hacia mucho frio, además, y adentro reinaba la obscuridad mas completa. De acuerdo en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y esta creía entonces legando el termino de su vida.
Nunca, jamás creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calientita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llego el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloro otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de la guardia la dejaron pasar de la familia sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseadora haragana, sino una abeja que había hecho en solo una noche un duro aprendizaje de la vida.
Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabrico tanta miel. Y cuando el otoño llego, y llego también el término de sus días, tuvo aun tiempo de dar una ultima lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
-          No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo use una sola vez mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche.
Trabajen, compañeras, pensando que el fin que tienden nuestros esfuerzos – la felicidad de todos – es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No ha otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

El Fantasma de Buddy Holly (José Agustín) (KARLA)

No me lo van a creer, pero para mí absoluta sorpresa la otra noche soñé con el gran Buddy Holly. Lo vi tal como aparece en su primer disco, con los anteojos tipo Woody Allen y el riguroso traje. Se hallaba  envuelto en una nube negra en la que las continuas descargas eléctricas lo emblanquecían de repente, y así me dijo lo que hora transcribo sin la menor alteración.
Tengo veintidós años y me gusta ponerme traje y corbata. Y qué. ¿Me veo cuadrado? Pues me vale. Yo no tengo tiempo de estar pensando en el look, no quiero ser una Glamorosa Estrella. En realidad no quiero nada, más que hacer lo que me gusta es componer canciones y tocarlas con otros tres vatos, porque, para mí, el conjunto de rock por excelencia es de cuatro: bataca, tololoche, o bajo eléctrico, requinto y un cantante que de perdida pueda tocar una lira de acompañamiento o maracas, pandero, güiro, percusiones leves: una clave, una clave, una tabla para lavar, esas cosas. pero eso sí: a huevo tiene que tocarla armónica. Si no, esta jodido.y cantar, claro, con estilacho, como Presley, y luego con la voz muy aguda, sin miedo a los falsetes. Digo.
Pues sí, así forme yo mi grupo, The Crickets. Si, los grillos, tú dirás que este nombre es totalmente anodino, si no es que tarado, pero esa es la movida que siempre  me traje: pasar por fresa para quitarme de encima toda la jodedera que soportan los que andan muy machines, muy hip. A fin de cuentas lo de a deveras está dentro, no en la caratula, ¿o no? Es mejor llamar la atención por el trabajo y no por la fachada: como te vistes, que jaladas dices. En las canciones esta todo. Mira a mí se me ocurre una tonadita, y con ella por lo general sale la letra, sola, como una que no se me iba de encima y le puse “ese será el día”. Bueno, pues compuse el asunto y junte a unos changos y la grabamos en el garash de mi casa con el equipo que tanto trabajo me costó comprar. Debo decirte que en esa época, te estoy hablando del siglo pasado, de los mil novecientos cincuenta y tantos, yo andaba más en la cosa ranchera, digo, si naces en Texas o en el sur tienes que entrarle a la onda ranch, ¿no?, y, total, mi canción era ranchona. Logre que la Decca la comprara. Pero no pego.
Y ahí andábamos, tocando y palomeando donde se pudiera, cuando nos dieron chance de abrirle una tocada a Elvis Presley, que para entonces andaba de jira y en el estrellato total. No pues nos impresiono mucho el Pelvis y yo comprendí que a la verga con las rancheras, la verdadera onda estaba en el rocanrol, así es que entonces forme a los Crickets y grabamos “that´ll be the day” ahora como rocanrolito. Le metí pistas dobles y triples, lo cual no hacia nadie entonces, y nos la aceptaron en discos Coral. No pues esta canción llego al primer lugar de ventas y de pronto ya éramos famosísimos; nos pedían autógrafos, se emocionaban como loquitos, las chavas se desmayaban, nos hacían entrevistas y tuvimos que salir de jira porque todos querían vernos.
De por si desde antes del exitazo yo andaba en una etapa muy prendida componiendo rocanroles y  me eche una buena serie. Casi todos pagaron fuerte, en especial “Peggy  Sue”, que le compuse a la novia de Jerry Allison, el nuevo bataquista de los Grilletes (je je). Pero también la hicimos en grande con “Early in the morning”, “Not fade away”, “Rave on” y con “It doesn´t matter anymore”. Y de pronto ya éramos casi famosos como Elvis. De todas partes nos llamaban. A mis cuais no les gusto que yo sobresaliera, me agarraron envidia, así es que mande al carajo a Norman Petty, el productor, que me quería agarrar de su mensito, y a los Crickets también, de pasada, y nos metimos en un horrendo pleito legal.
Yo necesitaba lana, porque además me acababa de casar con la Divina Chuy, que diga, con Maria Elenita Santiago, y acepte entrarle una jira de los Bailes-fiesta de invierno, en medio de nevadas y borrascas. Íbamos tan lentos que en Iowa, al Big Bopper y al Ritchie Valens y a mí, que éramos los stars de la jira y teníamos con que, se nos ocurrió contratar un avión para llegar a Minnesotta en menos que se dice cuas. Lo hicimos, y apenas nos habíamos subido cuando el avioncito empezó a zarandearse gacho y yo den pronto comprendí que hasta allí llegaba mi boleto. Nos íbamos a morir, ni más ni menos. Lo supe clarito. Me entro una sensación muy cool y vi que tanto el Big Bopper como Ritchie habían comprendido que nos íbamos a dar en toda la jefatura. Nos miramos sin decir nada, porque el estruendo de la tormenta y el motor ensordecían. Y  “oh baby, you know what I like!”, alcanzo a canturrear el Bopper con una sonrisa triste cuando el avión se estrello y nos morimos bien muertos el brincotes, el Ricardo Valenzuela y yo.
Fue un golpe indeciblemente fuerte que se volvió un destello de luz clara y luego oscuridad total. Y después, ¡carajo! me doy cuenta de que hay estoy yo viendo el avión desmadrado. No siento frio y así comprendo que soy puro espíritu. Al poco rato veo que ahí andaban también los fantasmas de Ritchie y del Bopper sin creer lo que pasa. Los tres vemos cuando llega la gente y encuentra los cadáveres de ellos dos, pero el mío no ¡donde quedo mi cuerpo, con una chingada! Busco rapidísimo y finalmente lo veo debajo de unas ramas que se cayeron. Estoy bien cubierto y por eso no me ven. Por eso y por ineptos, por que una buena buscada sin duda hallaría mis restorantes. Con horror advierto que se van de ahí y dan por concluido el asunto. Los sigo y veo como sepultan al Bopper y al Valens, y sus espectros entonces desaparecen.
Y desde entonces aquí ando, todavía de tacuche y corbata. Vi como los Beatles me hacían justicia y los Rolling Stones y Linda Rondstadt también, y como Elvis Costello tenía el nombre de Presley pero se esforzaba por parecerse a mí. Total, yo, que no quería tener un look, acabe teniéndolo. ¡No es posible! ¡Qué horror! ¡Por favor! Help, I´m a rock ¡¡alguien tiene que ayudarme! ¡Tú ayúdame! Diles que la única manera para dejar de ser espectro y material de triphoperos es que busquen mi calaca, ahora si bien, y me entierren. No tiene que ser una gran cosa, con un cualquier entierro me conformo, o una cremación de lo que encuentren de mi. Hay lo que sea su voluntad.
¡Ayúdame! Entonces desperté mientras en mi mente aun resonaba la canción “you´re gonna miss me, early in the morning, one of these day, oh yeah!”

Cuando Tenga Tiempo me Suicido (Jessica)

Encontré al señor Dumbar en el puente que cruza el río que divide la ciudad del afuera. Hacia casi diez años que no lo veía; desde aquella noche en que dijo firmemente que su idea era suicidarse. Recuerdo que aquella vez había varias personas, pero que fue a mí al único que le llamó la atención aquella declaración. El resto de los que estaban en la reunión conocían a Dumbar un poco mejor que yo, y por lo que dijeron, luego de que el se retirara, el hombre solía expresar muy seguido su afinidad para con esa determinación, y que por eso ya nadie le prestaba mayor atención. Además, según me comentaron, nunca le daba tono de tragedia a su declaración.
-Dumbar ¿Se acuerda de mí?
El hombre delgado, de mirada melancólica y transparente, se quedó callado y recorrió mi figura con la vista.
- Nos conocimos en una cena en la casa de Octavio Fresan, la noche que...
- Ah, sí. ¿Cómo anda esa gente?
- No sé señor. Hace tiempo que no los veo.
- Eso fue hace como diez años- dijo Dumbar, y volvió a clavar su mirada en el río oscuro.
- Sí. Más o menos diez años.
- Qué cosa - exclamó - y cómo se acuerda usted de mí después de tanto tiempo.
- Bueno, aquella noche usted había hablado de suicidio y a mí me llamó la atención que...
Dumbar interrumpió el diálogo con una risa apenas sonora - Claro, usted creerá que yo me despido así en las reuniones para que los presentes no me olviden.
Yo sonreí - No, pero de ser así le ha dado resultado. Yo recuerdo el momento en que usted se puso de pie y con toda la seriedad del caso dijo que se retiraba porque se iba a matar.
- Sí. Y ahora estará pensando: este viejo es un cretino mentiroso.
- No. Por supuesto que no. Usted tendría sus razones. Me alegra ver que ha cambiado de parecer.
Dumbar volvió a mirarme y respondió algo turbado -¿Quién le dijo eso?- Luego giro el cuerpo para quedar de espaldas al río y frente a mí.
- Bueno, han pasado diez años.
- Usted se cree que es tan fácil. Que uno dice voy a terminar con esto y termina así como así. Yo nací con ese sentimiento, de pequeño fui a parar al hospital tres veces por saltar desde la cuna al piso. Mi madre, muy religiosa, trato en vano de inculcarme la convicción de que ese tipo de determinación está en manos de Dios. Con el paso del tiempo la vida se fue complicando y, como le decía, las cosas no son tan simples.
- Entiendo.
- Mis padres necesitaban que yo trabaje y así lo hice. Cuando ellos murieron en el accidente del Bahía Dolores, yo pude elegir. Trabé todas las puertas y abrí la llave de gas. Vacíe un frasco de pastillas en mi estómago y acabe con la botella de un whisky que estaba listo para ser abierto sólo para aquella ceremonia.
Dumbar notaba que yo seguía atentamente su relato a medida que el sol se ocultaba en su espalda y desaparecía en el río.
- Algo salió mal. Se escucho un estallido; debió ser mi maldita costumbre de fumar antes de irme a dormir. Estuve inconsciente por más de seis meses. Cuando abrí los ojos la vi a ella, casi una aparición bíblica. Una mujer morena, con sonrisa placida y unas manos suaves; muy suaves, como su modo de hablar.
Dumbar se quedó en silencio un instante, encendió un cigarrillo y continuó el relato.
- Era una enfermera, y dicen que me cuidó como nadie lo hubiera hecho durante tanto tiempo. Lo cierto es que me casé con ella y que con ella tuve un hijo. Conseguí un nuevo trabajo y vivimos más de cinco años en una pequeña casa que ella hacía parecer grandiosa. Un día se cansó de cuidarme y se fue lejos llevándose al hijo.
Yo no me atreví a comentar todo aquello más que con una mueca o el arqueo de mis cejas.
- Cuando estuve listo nuevamente, fui elegido representante de mis compañeros en el gremio. No pude dejarlos solos. Buscaba que me echen exigiendo lo imposible y eso fue peor. La patronal me decía a todo que sí y los muchachos se creían que yo era un héroe en vez de un simple suicida buscando que lo retiren del juego. Al final me pudieron desplazar, pero ya habían pasado cinco años más. De aquel tiempo fue la reunión en donde nos conocimos.
Sonreí como lo haría un espectador viéndose entrar en la película.
- Aquella noche llegué a mi casa y decidí hacer una nota. Un escrito ¿Entiende? Un suicidio sin dejar una nota no sirve. Bueno, no importa, la cuestión es que advertí que no había nadie en mi vida como para que leyera esas líneas. Así que escribí y se la lleve a un amigo que hacía mucho no veía. Él la leyó y me pidió que le diera unos días. Yo no estaba tan apurado, así que escuche el pedido.
Dumbar consumió el resto de tabaco que le quedaba y la brasa cayó al agua para apagarse en la oscuridad de la noche.
- Tres días después, este amigo, llego a mi casa para comentarme que mi especie de testamento inmaterial había sido leído por un editor que estaba muy interesado en que yo amplíe mis notas para ser compiladas en un libro.
Dumbar me miró con desgano y dio un repentino giro para quedar nuevamente de cara al río que ya no se distinguía del resto del paisaje nocturno.
- Y aquí estoy.
- ¿Hoy es el día?- le pregunté con cierto temor.
- ¿Hoy? Hoy no, imposible. Mañana tengo una reunión en una librería... El contrato... No sé, quizás después de terminar mi último libro...
- Bueno, me alegra. Digo, usted está bien ¿no?
- Estoy resignado. Sabe qué, ya estoy viejo. Quizás todos seamos suicidas resignados a que nos sorprenda la muerte.
Dumbar me dio la mano y se retiró con paso tranquilo bordeando el fluido constante de las luces que cruzaban el puente.
Quizás todo suicida justifique su acción en el miedo que causa la posibilidad de que la muerte lo sorprenda a uno. Puede que sea la única elección de vida que les quede a quienes en la vida no pudieron elegir nunca. Tal vez todo radique en la falsa fantasía de que la vida viaja por la ruta de las grandes decisiones y no por el camino angosto y polvoriento de las pequeñas elecciones.
Por unos minutos, así me quedé: mirando el río que ya no se veía, en el lugar preciso donde el señor Dumbar, hacía un instante, había estado, quizás, pensando cosas parecidas

EL GIGANTE EGOISTA [Martha]

Todas las tardes, al volver del colegio, los niños solían ir a jugar al jardín del gigante.
Se trataba de un jardín grande y precioso, con el suelo cubierto por suave y verde césped. Aquí y allá, hermosas flores resaltaban sobre la hierba como si fuesen estrellas, y había melocotoneros, que en primavera se cubrían de delicadas flores rosa y perla y en otoño daban hermosos frutos. Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan dulces melodías, que los niños dejaban de jugar para poder escucharlos.
-¡Qué felices somos aquí!- se decían.
Y un día el gigante regresó. Fue a pasar una temporada a casa de su amigo el ogro de Cornualles, y se había quedado siete años con él. Una vez transcurridos los siete años y habiendo dicho todo cuanto tenía que decir, porque su conversación era limitada, podía, por tanto, regresar a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en su jardín.
-¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó malhumorado.
Y  los niños huyeron.
-Mi jardín es sólo mío –dijo el gigante -; cualquiera puede comprender esto, y no permitiré que nadie, excepto yo, juegue en él.
Así que decidió cercarlo con un muro altísimo, y colgó un cartelón en el que se leía:

LOS INTRUSOS
SERÁN
CASTIGADOS

Era un gigante muy egoísta.
Y los pobres niños no tuvieron adonde ir a jugar. Intentaron jugar en la carretera, pero el camino era muy polvoriento y lleno de pedruscos y no les gustaba. Y terminaron yendo junto al muro que cercaba el jardín, tan pronto terminaban sus clases, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado.
- ¡Qué felices éramos ahí! –se decían unos a otros.
Entonces vino la primavera, y todo el país se llenó de florecillas y pajaritos. Sólo en el jardín del gigante egoísta seguía siendo invierno. Desde que no había niños dentro, a los pájaros no les gustaba ir allí a cantar, y los árboles se olvidaron de florecer. Un día una bella flor asomó su cabeza por encima del césped, pero cuando vio el cartelón le dieron tanta pena los niños, que volvió a meterse dentro de la tierra y se durmió. Las únicas que estaban contentas fueron la Nieve y la Escarcha.
- La primavera se ha olvidado de este jardín –exclamaban -; vamos a poder vivir aquí durante todo el año.
Y la nieve cubrió la hierba con su gran manto blanco y la Escarcha pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al Viento del Norte a que viviera con ellas, y aceptó. Iba envuelto en pieles y rugió todo el día por el jardín, derribando las chimeneas.
- Éste es un lugar delicioso – dijo -. Deberíamos invitar también al Granizo.
Y llegó el Granizo. Todos los días, durante tres horas, golpeaba los tejados del castillo, hasta que partió la mayoría de las pizarras, y luego recorría el jardín lo más de prisa que podía. Iba vestido de gris y su aliento era como hielo.
- No puedo comprender cómo tarda tanto en llegar la primavera –decía el gigante egoísta ante su ventana y contemplando su frío y blanco jardín -. ¡Ojalá cambie el tiempo!
Pero la primavera no llegaba, ni tampoco el verano. El otoño regaló frutos dorados a todos los jardines, pero no dejó ninguno en el del gigante.
- Es demasiado egoísta – dijo.
Y fue siempre invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailaron rondas por entre los árboles.
Una mañana, el gigante descansaba, despierto, en su cama cuando oyó una música deliciosa. Sonó tan melodiosa en sus oídos, que creyó que serían los músicos del rey pasando por allá. No era sino un jilguero chiquitín cantando al pie de su ventana, pero hacia tanto tiempo que no había oído un pájaro cantando en el jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de saltar sobre su cabeza, y el Viento del Norte dejó de rugir, y un perfume delicioso llegó hasta él a través de la ventana abierta.
- Creo que por fin ha llegado la primavera – observó el gigante, y saltó de la cama para asomarse.
¿Qué fue lo que vio?
Vio un espectáculo maravilloso. Los niños se habían metido dentro a través de un pequeño boquete en el muro y se habían  sentado en las ramas de los árboles. Sobre todos los árboles que alcanzaba a ver había un niño. Y los árboles estaban tan contentos de volver a sostener niños, que se cubrieron de flores, y movían dulcemente sus brazos por encima de las cabezas de los pequeños. Los pájaros revoloteaban de un lado a otro piando alegremente, y las flores asomaban sus cabezas  por entre las hierbas verdes y se reían. Era una escena deliciosa; sólo en un rincón seguía siendo invierno. Era el rincón más alejado del jardín, y allí se encontraba un chiquillo. Era tan pequeño que no llegaba a alcanzar las ramas de los árboles y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol estaba aún cubierto por la Escarcha y la Nieve, y el Viento del Norte soplaba y le sacudía.
- ¡Sube, pequeño! – dijo el árbol, y dobló sus ramas, inclinándolas cuanto pudo, pero el niño era demasiado pequeño.
Y el corazón del gigante se ablandó al ver aquello.
- ¡Que egoísta he sido! – musitó-. Ahora sé por qué la primavera no quería venir aquí. Subiré a este chiquillo a la cima del árbol y luego derribaré el muro y mi jardín volverá a ser para siempre el lugar donde vengan a jugar los niños.
En verdad, estaba muy arrepentido por lo que había hecho.
Entonces bajó y abrió la puerta principal con gran sigilo y salió al jardín. Pero los niños, al verlo, se asustaron tanto que huyeron, y el jardín volvió a ser invernal. El único que no huyó fue el chiquitín, porque sus ojos estaban tan llenos de lágrimas que no vio llegar al gigante. Y éste se le acercó por detrás y, levantándolo cariñosamente en sus manos, lo subió al árbol. Y el árbol floreció al instante y se
acercaron los pájaros y se posaron en él para cantar, y el niño tendió los bracitos, los echó al cuello del gigante y le besó.
Cuando los otros niños vieron que el gigante no era malo, volvieron corriendo, y con ellos entró la primavera. – Ahora este jardín es vuestro, pequeños – declaró el gigante, y, cogiendo un pico, derribó la pared.
Y cuando a mediodía la gente fue al mercado encontraron al gigante jugando con los niños en el jardín más bello que sus ojos vieran.
Jugaron todo el día, y por la noche fueron a despedirse del gigante.
- ¿Pero dónde se ha metido vuestro pequeño compañero? – preguntó -. El pequeño que subí al árbol. El gigante lo quería más que a los otros porque le había besado.
-No lo sabemos – contestaron los niños-; se ha ido.
-No olvidéis decirle que no falte mañana – encargó el gigante.
Pero los niños contestaron que ignoraban dónde vivía, que no le habían visto antes de aquel día, y el gigante se quedó muy triste. Todas las tardes, al terminar la escuela, los niños iban a jugar con el gigante. Pero el chiquillo que el gigante amaba no volvió nunca más. El gigante se mostraba cariñoso con todos los niños, pero suspiraba por volver a ver a su amiguito y hablaba frecuentemente de él.
-¡Cómo me gustaría volver a verle! – solía decir.
Pasaron los años y el gigante envejeció y fue haciéndose cada vez más débil. Ya no podía salir a jugar; así que se sentaba en un sillón, miraba cómo jugaban los niños y admiraba su jardín.
-Tengo gran cantidad de hermosa flores, pero los niños son las flores más bellas – murmuraba.
Una mañana de invierno, mientras se vestía, miró por la ventana. Ya no odiaba el invierno ahora, porque sabía que no era sino una primavera dormida y que las flores descansaban entre tanto.
De pronto se frotó los ojos, maravillado, y miró y siguió mirando. En verdad, se trataba de algo asombroso. En el rincón más alejado del jardín había un árbol cubierto de hermosas flores blancas. Sus ramas eran de oro, y de ellas pendían frutos de plata, y al pie estaba el niño que tanto amó.
El gigante bajó corriendo, lleno de alegría, y salió al jardín. Cruzó apresuradamente por encima del césped y se acerco al chiquillo. Y cuando estuvo a su lado, su rostro enrojeció de ira y dijo:
-¿Quién se ha atrevido a herirte? – Gritó el gigante-. Dímelo, para que pueda sacar mi gran espada y matarle.
-No – contestó el niño -, porque éstas son las heridas del amor.
-¿Quién eres? – dijo el gigante, y un extraño temor le invadió y se arrodilló ante el niño.
Y el niño sonrió al gigante, diciéndole:
-Tú me dejaste una vez jugar en tu jardín; hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.
Y cuando por la tarde llegaron los niños, encontraron al gigante muerto debajo del árbol, enteramente cubierto de flores blancas.

tatuajes (Jorge Arturo Abascal Andrade) [Isabel]

Patricia llega al local de tatuajes. Quiere un gnomo n el vientre. Viste ropa negra y 17 años. Entra decidida y pide el dibujo cinco dedos abajo del ombligo. Es alta, blanca, de pelo rabiosamente negro, senos  grandes, nalgas esbeltas, tiene sonrisa de espada. El gnomo que señala en el catalogo es regordete, de cejas pobladas y barba espesa. Algo tiene ella que lo excita  atento y diligente bajara un  poco el volumen de la música. Patricia desabotona el luido jeans y abre el cierre. Una tenue vereda negra surca la piel hasta el ombligo, poseedor este de tres arracadas. Verde del tamaño de una onza de plata, dice ella y cierra los ojos, recostándose en el diván. El masaje deleitara al hombre. Necesito más espacio dice él. Ella baja más el pantalón .el casi suspira al vislumbrar unas bragas transparentes. Empieza a sudar el masaje ahora es más lento, más minucioso.
Pedro deja de tocarla y cambia la música por apocalíptica. Hablan del sitio del tatuaje, de la imprudencia. Con esta música inicia la seducción las notas motivan un encuentro y disminuye las diferencias. Su presencia o agita ve sus ojos y piensa que son profundos .patricia reflexiona sobre la voz gruesa de Pedro quiere saber cómo sería un suspiro de ella en el oído, imagina como se escucharía esa voz en el suplicio regio de un orgasmo, se siente un ligero hormigueo en la entre pierna.
Patricia vuelve a cerrar los ojos y recuerda a su madre, la amenaza hecha ante su decisión, que los tatuajes son como las marcas del ganado, que, que son esa ropa negra, que las calaveras, que los aretes en el ombligo, que si está loca…… abre los ojos por qué no pasa nada, de pronto ve a Pedro sudoroso a pesar del ventilador ¿me puede dar sida? Pregunta ella  los senos de patricia están muy cerca de la cara de Pedro que voltea a verlos, la untada blusa negra. Bajara un poco más el pantalón, deseoso de ver, casi rozara el inicio del pubis.
Patricia nota la cercanía saca un cigarro y pregunta si puede fumar. La tensión sigue se arrepiente un poco de todo se convence de que va bien, que la oscuridad abraza que los vampiros son dioses, toma la mano de Pedro  y le dice no tan abajo maestro, no necesitas hacerlo tan abajo, te dije a cinco dedos del ombligo.
La cabeza del gnomo será  el primer trazo de su labor, lo primero que empieza a aparecer en la piel.
¿Tienes mujer verdad? , pregunta ella de manera sorpresiva. No, no tengo, contestara él desde el nacimiento de una esperanza. Es raro, tienes una panza como de hombre con mujer, nunca me había fallado es la primera vez  contigo dice ella murmurando.
Hace años viví con una sueca que estaba medio loca, dijo él. Le encantaba andar desnuda. Abría la puerta así en pelotas, quito las cortinas cuando llego, y bailaba en cueros horas, a la vista de todos los mirones del edificio de enfrente, pero lo que más le gustaba era asomarse desde el balcón sin ropa, en la calle y que darse toda la tarde ver corros pasar, hasta que una vez causo un accidente, un tipoi iba manejando una combi no pudo dejar de verla  y choco con un coche, no hubo muertos pero si heridos, el mirón no pudo escapar y cuando la gente le reclamaba el solo señalaba a mi ventana mi sueca seguía ahí interesada por el accidente , vino la policía, vieron que era extranjera y me acusaron de pollero por poco y me entamaban. No pues si estaba loca pero debe ser rico andar sin ropa.
El cree que ha elegido bien la música sabe por dónde continuar le pregunta si a ella le gusta andar sin ropa, que si se atrevería a hacerlo. En ella se prende una pequeña señal de alarma Pedro mira a patricia y recuerda a ludvika.
¿Entonces que, a ti te gusta andar desnuda? si, siempre me ha gustado pensar en que  sui el clima fuera cálido seria rico que anduviéramos sin más ropa que las ideas.
Pedro distingue los pezones, intuye que son grandes, querrá creer que las aureolas también las imagina de color claro no más oscuro que la piel que las circunda. Ella sabe que es demasiado tarde que no puede irse con la obra sui n terminar.
Decide seguir sabe que su cuerpo la salvara contra lo que venga.
Te desnudarías aquí, ahora, conmigo, me gustaría ver tu cuerpo.
Te regalaría el tatuaje que quieras y en el lugar que escojas dice Pedro. Para que quieres ver mi cuerpo, tiene lo mismo que el de todas las mujeres, ni una cosa más ni una menos, dice patricia. Ningún cuerpo de mujer es igual a otro, no hay nada más misterioso en esta vida que el cuerpo nuevo de cada mujer con la que te encuentras, yo siempre he pensado que noche es nombre de mujer por el misterio por ejemple tu eres una noche deliciosa responde Pedro.
Y tú tienes pareja? Si, si tengo, dice patricia con seguridad….sujetándose de su decir para no trastabillar, es chelista, como los de apocalíptica se llama Claudio.
¿Y tú qué haces? Administro una página web sobre vampiros y gnomos, consigo publicidad y me quedo con un porcentaje.
Quisiera ir al baño dice patricia. La tinta está fresca ¿te urge? Sí, me tome dos cafés antes de venir, siento que la vejiga se me revienta, se correrá el trabajo que llevo quedara una plasta, lo único que se me ocurre es que te quites los pantalones.
Se despoja del los pantalones ante unos ojos que luchan por ser discretos, casi indiferentes, profesionales, las bragas transparentes permiten ver la unión oscura.
Pedro lucha para evitar una erección. No lo logra, se acercara al aparato de sonido imagina el pubis aterciopeladamente negro, intuye sagaz que Claudio no es mas en la vida de patricia al pensar en su repentino rival su miembro decae un poco.
Patricia observa con descarada calma el miembro de Pedro, deja ahí su atención largos segundos, la erección crece. ¿Te gusto verdad? Pregunta a ella, con la inocencia de un pirata sanguinario. No espera la respuesta y se dirige al sillón de tatuajes, echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos no sin antes ver al hombre como para exigir que continúe.
El héroe de mil batallas y muchas derrotas, perplejo ante el espectáculo, no sabe qué hacer, como acercarse más, solo atinara a sentarse a tomar la aguja y a continuar. Claro que me gustas pero el trato para el tatuaje que quieras es desnudarte toda.
¿Cuánto falta? dice patricia. Estoy llegando a la mitad clodius es un gnomo difícil de tatuar ¿se llama clodius mi gnomo como lo sabes?
Clodius ha sido el mas longevo de los gnomos vivió 500 años su historia fue triste porque se enamoro de una ondina llamada kiria era un ser fascinante esbelto, y frágil aparecía cada vez que alguien suspiraba cerca de un rio o del mar ella no le pudo corresponder pues era solo una ondina y se desvanecía con el roció, la lluvia, las lagrimas y sufrió mucho por eso.
Patricia deseaba ser la ondina rozo sutilmente sus senos y miro los ojos de Pedro la música seguía Pedro se acerco a besarle el hombro, besa la nuca, con la mano izquierda acaricia un muslo desea usar las dos manos entonces decide arrojar la aguja al piso le quita la blusa, de pronto la música se detiene, patricia tiene un pequeño sobresalto trata de incorporase pero el peso de un brazo más bien de un hombre se lo impide los dos se quedan quietos. El ambiente está roto.
Patricia se da cuenta de lo que ha pasado el intenta abrazarla pero ella empieza a sollozar camina hacia su pantalones se viste y se va con el gnomo ahora convertido en una mancha verde.